Exposición

Djanira: la memoria de su pueblo

La muestra Djanira: la memoria de su pueblo reafirma el compromiso de la Casa Roberto Marinho con el arte moderno

28 jun al 27 oct

Martes a domingo,
de 12h a 17h
*Entrada hasta las 17:15

R. Cosme Velho, 1105
Rio de Janeiro, RJ

Exposición

Djanira: la memoria de su pueblo

La muestra Djanira: la memoria de su pueblo reafirma el compromiso de la Casa Roberto Marinho con el arte moderno

28 jun al 27 oct

Martes a domingo,
de 12h a 17h
*Entrada hasta las 17:15

R. Cosme Velho, 1105
Rio de Janeiro, RJ

Djanira da Motta e Silva
Mercado da Bahia, 1959

Mercado da Bahia

La muestra Djanira: la memoria de su pueblo reafirma el compromiso de la Casa Roberto Marinho con el arte moderno

La asociación con el Museo de Arte de San Pablo Assis Chateaubriand (MASP) fortalece nuestra práctica de colaboración con instituciones de excelencia. La pintura moderna brasileña es un territorio poco explorado por las nuevas generaciones. Djanira da Motta e Silva tiene un valor casi oculto en las últimas décadas. Uno de los encantos de una exposición es hacer presente, sin intermediaciones, obras creadas desde hace muchos años. Íntegras, no dependen de conversiones tecnológicas, como las películas o la música.

Atemporales, las obras, muy bien seleccionadas por Rodrigo Moura, curador adjunto de arte brasileño y Isabella Rjeille, curadora asistente, llegan nuevas a los ojos de hoy.

La colección de Roberto Marinho reúne conjuntos de trabajos de sus contemporáneos modernos, entre ellos, 10 obras de Djanira. El periodista alimentaba un cariño especial por la obra “Mercado na Bahia”, que ocupaba una posición central en la biblioteca de su residencia. Y el vínculo con el MASP se inició en el año 1950, cuando la casa de “Cosme Velho” acogió, durante una noche festiva, a los recién adquiridos “Retrato de Zborowski” (1916-1919), de Amadeo Modigliani (1884-1920) y “Retrato de Coco” (Claude Renoir) (1903-1904), de Pierre Auguste Renoir, presentados a la sociedad carioca, antes de enviarlos a San Pablo.

Djanira es una artista cuya trayectoria empezó tardíamente, con mucha determinación y esfuerzo. Ningún artista brasileño retrató con semejante atención la lucha por el sustento de los sectores más desfavorecidos de la población a través del trabajo cotidiano. El origen humilde de la pintora le dio sensibilidad aguda para captar esas epopeyas anónimas, las fiestas y la fe que hacían con que la historia de cada uno fuera menos dura.

Frederico Morais, en una charla reciente en la Casa Roberto Marinho, resaltó la equivocación de clasificar su obra como primitiva. Una lectura que únicamente considere los temas puede conducir a ese error. Sería como confundir al etnólogo con su investigación. La economía de su lenguaje, la utilización de pocos planos concisos y los colores vibrantes cuidadosamente elegidos apuntan a una sofisticación absolutamente esperada en una artista de su tiempo. No en vano, algunos neoconcretistas trataron de acercarse a la obra de Djanira, según los modelos que los concretistas incorporaron al arte de Volpi (1896-1988).

Al principio, autodidacta, costurera, dueña de una pensión en Santa Teresa, fue alumna del pintor rumano Emeric Marcier (1916-1990), a cambio de un amplio cuarto, desde cuya ventana se avistaban árboles y la Bahía de Guanabara. En una entrevista publicada por Rubem Braga (1913-1990), en la revista “Visão”, Djanira nos cuenta: “Marcier me explicó que yo era muy distinta a él, por lo tanto, mi pintura tenía que ser muy distinta a la suya; que yo no mirara sus cuadros, pero que prestara atención a sus clases, la que me enseñarían toda la parte técnica de la pintura, empezando por la preparación del lienzo”.

Cuando empieza a exponer, en 1943, en el revolucionario edificio de la Asociación Brasileña de Prensa y, en 1944, en el Instituto de los Arquitectos, Djanira fue reconocida por personas importantes del medio artístico, siendo que Cândido Portinari compró trabajos suyos y Lasar Segall la acogió entusiásticamente: “Usted es una verdadera artista, no pare de pintar; no haga nada, sino de pintar; pinte siempre (…)”.

Y así lo hizo Djanira.


Lauro Cavalcanti
Director Ejecutivo
Instituto Casa Roberto Marinho

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